El guitarrista de Perón: Parte II

El burdel está lleno hasta las manos. Las desnudistas se pasetean de un lado para el otro. La barra explota en llamas. Hay mesas de baraja y pool. Afilando el taco con estilo junto a la pared se encuentra nuestro hombre. Es flaco, alto, pero desgarbado. Tiene un traje negro bastante sucio, una camisa de varios colores, un sombrero y lentes negros. Fuma como un murciélago un habano bien barato. Tiene la boca tan grande que del otro costado chupa con pajita una Pesi. Los dedos de las manos llenos de anillos de oro y el slide ensartado en el índice izquierdo.
Se baja por unos instantes los lentes y se dejan entrever unos ojos estallados en mil colores de pepa y marihuana. Deja la Pesi y se sonríe como un buzón. Nos mira fijo, se caga de la risa y pega el alarido uuuoooouuu, uuuooouuu, uuuooooooo. Y lanza otra carcajada. Deja ver su lengua y nos muestra la señal: tiene un piercing con la cabecita de Perón.
Termina de afilar el taco, va cansino a la mesa, apoya desarticuladamente su cuerpo en una esquina y grita "bola 12 en el medio". Como un Willington del continente negro apunta con su cuerpo el palo a la izquierda, gira la cabeza hacia la derecha, nos clava la mirada, amaga una, dos veces y pega seco el tacazo sordo. La bola blanca es un destello que estalla en la doce que se zambulle al fondo del agujero.
John William Lee Hockeer, el electric-guitar del General, ahora rebuzna tabaco hacia el centro del salón, se sienta en una silla con las patas bien abiertas y apoya sobre la mesa un mazo de cartas que al dorso dicen "Ministerio de Bienestar Social".
Continuará..........................