El Coco echa fuego por los costados

Luego de la derrota de Boca frente al combinado riverplatense en Mar del Plata, el Coco Basile se despidió del verde césped apesadumbrado y sin proferir vocablo alguno. Por unos minutos, el vestuario xeneize en el estadio José María Minella pareció fundirse en un silencio espectral.
Mas, al poco tiempo se escuchó un aullido del Pato Abbondazieri, luego de que el técnico apagara un Habano Cohiba de 25 cm de diámetro sobre la mano derecha del guardavallas. Acto seguido, el Coco se acercó hasta el delantero Nicolás Gaitán, tomó su pie izquierdo, y procedió a cortarle el dedo meñique con un cuchillo de plástico que había robado de la aerolínea Varig en un viaje a Río de Janeiro.
Una hora y cuarenta minutos más tarde, terminó con su operación, se comió el dedito del media punta y se echó un pique largo hasta la ciudad de Buenos Aires. Con la cabeza fría, logró esquivar cada uno de los peajes.
A eso de las 2.45 de la mañana llegó al restaurante La Raya, donde de su barra de amigos sólo quedaba Horacio Pagani dormido sobre la mesa. Como ya habían limpiado la parrilla, el Coco se mandó una ristra de chinchulines trenzados crudos, con una ensalada de rúcula y parmesano. Despertó a Pagani de un sopapo en la pelada y entre los dos se tomaron tres botellas de Johnnie Walker etiqueta verde.
El periodista se volvió a quedar dormido, pero Basile se fue corriendo sin pagar hacia Cocodrilo, donde estuvo sólo 7 minutos y les dejó 5.740 pesos a las tres chicas que lo atendieron. Ahí se acordó de que tenía una cuenta pendiente y se volvió a Mar del Plata al trote.
A las 6.45 ingresó a la habitación de Cáceres, Muñoz y Morel Rodríguez y les aplicó terapia por electroshock aunque no pudo sobrevivir a ninguno de los tres defensores. Tranquilo, se fue hasta la pileta del hotel y se mandó una caipiroska bien helada.