Las oficinas del gran diario argentino estallan de esquizofrenia. La redacción está dividida y muchos no saben de qué lado alistarse. Don Héctor quiere al Cabezón, pero reconoce que las encuestas no cierran. Los hermanitos Aranda postulan al vicepresidente eyecto, aunque saben qué en cualquier momento los puede garcar.
Ahora Julio Argentino Cobos y Eduardo Duhalde tienen propuestas que se entrecruzan, se agarran a trompadas y se terminan besando. El maratonista mendocino quiere crear un servicio cívico voluntario para los pebetes que tengan entre 18 y 26 años. El bañero lomense prefiere volver al servicio militar obligatorio puro y duro.
Los dos líderes coinciden en algo: hay que darles para que tengan a los chaboncitos que toman birra en las esquinas, porque son los principales responsables del flagelo supremo de la inseguridad y andan asustando a las señoras y señores que compran aceitunas descarozadas y se zarpan de tarta de ricota mientras juegan a la canasta.
Que sí, que no, los prohombres no se ponen de acuerdo.
Eduardo Vanderkokoy y al Negro Blanck se ofrecen rápido como mediadores. Y presentan una propuesta: un desafío al pan y queso entre los estrategas.
Con el Coti Nosiglia como padrino de Cleto y Luisito Barrionuevo pegado al Cabeza, los dos retadores se paran a quince metros de distancia en el estadio Chateau Carreras de Córdoba, un escenario neutral. El que logra pisar el pie al otro empieza a elegir los padrones de las provincias, que tiene Julito Bazán en sus manos, y puede darles a los pibes el destino que quiera.
Las zapatillas deportivas blancas de Cleto pisan los borcegos del tío Eduardo Alberto.
Ahora Julio Argentino Cobos y Eduardo Duhalde tienen propuestas que se entrecruzan, se agarran a trompadas y se terminan besando. El maratonista mendocino quiere crear un servicio cívico voluntario para los pebetes que tengan entre 18 y 26 años. El bañero lomense prefiere volver al servicio militar obligatorio puro y duro.
Los dos líderes coinciden en algo: hay que darles para que tengan a los chaboncitos que toman birra en las esquinas, porque son los principales responsables del flagelo supremo de la inseguridad y andan asustando a las señoras y señores que compran aceitunas descarozadas y se zarpan de tarta de ricota mientras juegan a la canasta.
Que sí, que no, los prohombres no se ponen de acuerdo.
Eduardo Vanderkokoy y al Negro Blanck se ofrecen rápido como mediadores. Y presentan una propuesta: un desafío al pan y queso entre los estrategas.
Con el Coti Nosiglia como padrino de Cleto y Luisito Barrionuevo pegado al Cabeza, los dos retadores se paran a quince metros de distancia en el estadio Chateau Carreras de Córdoba, un escenario neutral. El que logra pisar el pie al otro empieza a elegir los padrones de las provincias, que tiene Julito Bazán en sus manos, y puede darles a los pibes el destino que quiera.
Las zapatillas deportivas blancas de Cleto pisan los borcegos del tío Eduardo Alberto.
Pero Chiche lo mira fijo, y el vicepresidente deja que empiece el Cabezón. El ex presidente provisional se queda con los padrones de la provincia de Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe, el NOA y el NEA.
Cleto debe conformarse con los jóvenes de Cuyo, Córdoba y La Pampa. Ninguno quiere agarrar los loquitos de la patagonia, a los que el viento les entra por las orejas y les perfora los sesos.
Los hombres de prensa recontraindependiente respiran tranquilos por el acuerdo logrado.
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