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viernes, 24 de diciembre de 2010

Cuento de Navidad de Alejandro Pappo


Saber que Papá Noel no existía fue un gran impacto en mi vida, tanto como cuando me enteré que los Kiss usaban maquillaje. El engaño y la apariencia me perturbaron muchísimo a tal punto que empecé a dudar si mi vieja era realmente mi vieja, si Hendrix tocaba realmente la guitarra o hacía pantomima y si el motor v8 traía 5 cilindros en vez de 8 en v como su nombre lo indica.
Ahora de algunas cosas estoy convencido, mi vieja me golpeó con una llave de 2 pulgadas cuando le pregunté si era realmente mi madre, su brutalidad me convenció definitivamente. Además con los años me pude comprar un chatita con motor v8 y al extraer la tapa de cilindro comprobé visualmente las dotes de este gran motor.
Sin embargo nunca puse en duda otros mitos o fantasías recurrentes de los pibes, como si los reyes magos realmente existían. Como en casa sólo había guita para festejar la navidad y en año nuevo nos acostábamos temprano, los reyes magos eran tipos que nunca habían andado por aquí. Cuando le preguntaba a mi vieja por qué no venían, ella respondía que lo reyes magos eran tres maricones que cantaban cumbia y se vestían como los Midachi cuando imitan a los Locomía, que una vez vinieron pero los sacó a los tiros porque los regalos que le hacían a los pibes después te lo cargaban en el alumbrado, barrido y limpieza.
Mamá murió el año pasado por un pico de presión en el recital de Judas Price. El duelo fue durísimo, entré al bar esa misma tarde de febrero y no me fui hasta entrado noviembre. Entonces pasaron las fiestas, navidad, en casa con amigos y mucho alcohol y por seguir la costumbre en año nuevo me puse el pijama de los héroes de rock and roll y me fuí a dormir tipo once.
Pero el día de reyes se acercaba, me di cuenta por las mesas con tablones repletas de juguetes que había en el centro de Merlo. Les parecerá una cosa de idiotas pero me puse a pensar que como mi vieja ya no estaba quizás los reyes magos no tengan miedo de pasar.
Entonces le pregunté a Emilito, un pibito de barrio que me consigue repuestos que era lo que tenía que hacer para que los reyes me visiten. Me dijo que tenía que ponerles algo para que los camellos coman y tomen. Entonces al llegar la tarde puse en un cenicero pistón, medio kilo de faso; y en un tazón, un litro de scotch nacional, pero Premium, para que sepan que no visitaban a un pibe sino a un tipo grande y rudo.
Créanme si les digo que de la emoción me costó mucho dormirme. Cuando me desperté a la mañana fui al patio y la decepción fue grande porque aún estaba el faso y el whisky que les había dejado, pero al recoger mis ofrendas vi un papelito que decía “fijate debajo de tu cama”.
Fui corriendo con el corazón a 9000 rpm, empujé la cama y en el piso estaba el paquete: una Gibson les Pauls americana edición limitada afinada y firmada por Albert King. Debajo de ella una nota: “El faso nos pega como la mierda y el whisky hace que los camellos se coman entre ellos, igual gracias. Abrigate en invierno y no te olvides que tenés turno en el kinesiólogo pasado mañana. Que disfrutes la viola”. Firmaban los reyes magos: Ritchie Blakmore, Jimmy Page, Brian Jones.
Ahora no tengo dudas y superé el engaño: sé que los reyes magos existen y que además son los padres. ¡¡¡Gracias vieja!!!

1 comentario:

Anónimo dijo...

gran cuento de navidad, aunque en realidad es de reyes, no?