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domingo, 30 de octubre de 2011

Anecdotario kirchnerista: Néstor se fuma su primer faso




Es septiembre, y aunque la primavera no llegó aún, los días empiezan a estirarse como una buena porción de muzzarela. Cerca de las cinco de la tarde, cuando el sol recién empieza a cabecear, Néstor entra corriendo con las piernas medio pegadas por el camino empedrado de su casa, abre la puerta de la prefabricada, y tira el maletín en piso con los útiles escolares. Camina agitado unos pasos hasta la cocina y ve a la madre sentada en la mesa con la radio al lado. No parece estar muy alegre como para contarle sobre el colegio, ni sobre sus compañeros, ni sobre el bigote ridículo de su maestro. La madre lo ve, se para y extiende sus brazos, él hace una carrera corta y pega un salto de manera tal que se le prende del cuello y casi le saca la cabeza de lugar. Ella lo baja despacio y gira hacia la radio, antes de que la apague Néstor alcanza a escuchar al locutor, que habla como si tuviera un broche en la nariz, diciendo algo sobre “combates”, “aviones”, “Lonardi”, “Perón”. No entiende porque, apenas llega, la madre lo manda a jugar afuera, pero se va tocando el bolsillo derecho del pantalón con tiradores donde tiene los fósforos que se le cayeron a su maestro mientras se despedía.
Afuera, piensa en el hormiguero nuevo que apareció en el patio mientras ve a su hermana entrar cansada con el maletín cargado de libracos. Recuerda que su primo, Carlitos, le contó que si se les acerca fuego las hormigas se retuercen de lo lindo, pero no quiere que Alicia lo esté retando ni acusándolo con su madre así que prefiere salir a caminar para la costa del río. Pasa frente a la casa abandonada donde la otra vez también Carlitos le contó que adentro está lleno de juguetes, y se vuelve. En una de esas podría espiar por el agujero de la cerradura para ver si hay algo. En el terreno los pastos crecen sin que nadie los limite, así que de parado agarra uno de tallo ancho, se lo pone entre medio de los dedos pulgares y sopla. Hace un chiflifo bárbaro y mira a su casa para comprobar si alguien lo está mirando, pero no. La casa es de material, “de gente con guita” dijo Carlitos, y tiene una ventana en el frente y la puerta al costado. Néstor camina sigiloso, sabe que si Alicia lo ve ahí se lo va a decir a su madre así que se agacha para que lo tapen los pastos y camina en cuatro patas hasta la puerta. Desde la cerradura sólo ve que adentro está todo oscuro, y no hay juguetes ni nada, Carlitos es un mentiroso, no hay duda.
Antes de salir del terreno toma carrera y patea un par de cardos que empiezan a florecer para darse el gusto nomás de arrancarlos del piso y ver hasta donde llegan. Fácil dos metros adelante, camina para ver como quedaron, levanta uno y se lo lleva cuidando no pincharse. Pese a que la madre lo advirtió varias veces de no acercarse solo al río, Néstor está sentado en la orilla con el cardo tirado a un costado en la arena. Las olas van y vienen, pero él no les da pelota. Lo único que le interesa es prender los fósforos. El viento es muy fuerte así que cada vez que logra prender uno se le apaga enseguida. Se pone de espaldas al viento, y de pronto uno se prende y queda unos segundos así hasta que se le vuelve a apagar. Intenta de nuevo cuidando mejor que no entre aire y siente el poder en sus manos, en eso ve el cardo ahí al lado y le acerca el fósforo. Cuando estaba a punto de quemarse los dedos el fósforo se apaga y la punta del cardo se prende. Lo levanta y ve que el viento empieza a hacerlo humear. Como si fuera un grande que fuma cigarrillos se lo lleva a la boca y aspira fuerte, Carlitos le había dicho que así se hacía, el humo entra por la garganta y lo hace toser. De pronto se desvanece y cae sobre la arena tibia.
Se despierta y ve unos anteojos culo de botella, no sabe bien qué le dice pero se da cuenta que es Alicia y que lo está cagando a pedo. Se sienta y ve que ya está anocheciendo, Alicia le dice que se levante, que está por llegar su padre del correo. Él se da cuenta del lio en que se puede meter si se llegan a enterar de lo que estuvo haciendo, así que corre con las piernas medio pegadas tras la hermana que se va en dirección a su casa.

1 comentario:

Jorge Devincenzi dijo...

Excelente, Luditas, excelente. Sólo que Néstor no viene con un maletín, sino con una valija. Así la llamábamos, una pesada valija de cuero o suela que servía entre otras cosas para estirar los huesos de los brazos.Salu2