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martes, 21 de julio de 2009

Wilfredo, el pedal eterno de Latinoamérica


De la inconmensurable obra del historiador Vadim Brodsky Carnevaca poco se ha difundido. Este estudioso, nacido a orillas del Titicaca, hijo de una tejedora boliviana y de un bolchevique alcohólico, se ha dedicado en los últimos años de su carrera a registrar las principales historias ocurridas en la pampa más húmeda.
En la página 524 del tomo VII de la colección titulada Breve reseña de anécdotas bonaerenses, el genial investigador y pensador Brodsky Carnevaca, relata "Boicot a un ex futuro campeón" que a continuación transcribiré en hoja mecanografiada para todos ustedes:


¿Es realmente Pehuajó un pueblo hostil hacia quien pretenda en sus tierras realizar una gran hazaña? Así lo demuestran las estadísticas, pero vayamos a lo que ocurrió aquel otoño del año 1986.
El tan promocionado momento había llegado. La plaza principal era una delicia. Las escuelas decían presente con sus engominados abanderados. La gente había invadido las calles y parecían haber olvidado lo de peronistas y radicales, si Porteño o Club Atlético Pehuajó; toda rivalidad había sido aplastada por semejante acontecimiento. El pueblo era una fiesta y se oía un sólo nombre coreado por la multitud: "Wilfredo Tuco Cuevas". Nadie recordaba las promesas imcumplidas de tener entre ellos a importantes vedettes de la Capital, canales de televisión extranjeros y no sé cuánto más.
Tres campanadas de la Iglesia -que el propio párroco se encargo de tocar- sirvieron para que Tuco Cuevas, montado en su bicicleta, intentara pedalear sin detenerse alrededor de la plaza durante 84 horas, o sea, durante tres días y medio. A cada pasada por el palco oficial el heroico venezolano regalaba una sonrisa que se fue borrando con el correr del día y de la bicicleta.
Si bien no se ha podido documentar, se sabe que durante esos días la masa de dinero movido por las apuestas clandestinas acerca de la resistencia del desafiante pedalista, superó ampliamente la generada por todo el comercio del pueblo en un mes. En la plaza había un puestito atendido por una señora que decía ser la esposa de Cuevas, y que hablaba lo más parecido a una telenovela posible; allí los chicos compraban horrendas pulseritas con la inscripción “Wilfredo, el pedal eterno de latinoamérica”.
Ya pasados los dos primeros días el fervor había decaído notablemente. El pueblo estaba tomando su ritmo normal e incluso Wilfredo debía esquivar a algunos distraídos transeúntes que le gritaban: "andá por la calle, grandulón".
Faltando sólo seis horas para concluir la hazaña la cara del venezolano era un grito de socorro. Sólo su mujer y algún otro trasnochado lo alentaban en la parte final del periplo, cuando justo frente al boliche del Turco Salub, Wilfredo salió despedido hacia atrás de su bicicleta como si hubiese recibido un cañonazo en el pecho. El ciclista, tendido en el veredón de la plaza, puteaba en argentino y su mujer le decía que se calme también en argentino.La policía de Pehuajó jamás encontró a quién cruzó el cable de acero del jacarandá al palo de la luz. El atentado fue consumado como un crimen perfecto. Otra hazaña era malograda en aquellas tierras difíciles. El ex futuro campeón fue trasladado a un hospital de Gregorio Laferrere, de donde -según se supo después- era oriundo el falso ídolo venezolano.

3 comentarios:

tus amigos que te quieren bien dijo...

wilfredo, campeón, te llevaremos siempre en nuestra memoria

facundo pastorea dijo...

wilfred, sos lo más de lo más, volvé a tus gestas heroicas, maestro

oppen jaimer dijo...

se lo debe haber censurado chávez