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jueves, 18 de febrero de 2010

El Cabezón arriesga su bala de plata


Desde que el Pingüino se le reviró en el 2004, el Cabezón quedó recontracaliente, con la sangre en el ojal. Juró venganza y comenzó a probar. Primero intentó con la propia Chiche y quedó pataleando en el aire. Los intendentes se le fugaron como los tupamaros de la cárcel de Punta Carretas.
Después le pegó un tubazo a su amigo Juan Manuel Dientitos Casella y se armaron un acuerdo cívico mundial con Ojerita Lavagna Cauda y el Opa Morales. Otra vez se le escapó la morcilla del plato haciendo patito sobre la grasita fría.
En el 2009 le donó el manzanerismo y el voto cadena al Colorado Piñera y logró su sueño anhelado: echarle flit a la pinguinera. Pero, claro, el cajero le comió la tarjeta y el Colorado Invisible se le quedó con los morlacos.
Quedó triste, triste. “Si al final todos me garcan, entonces voy yo”, pensó para el 2011. Hasta que Chuleta Puceiro le dijo que no, que la imagen le daba más abajo que al Ogro Fabbiani.
Se fue de pesca y en el medio del mar, un tiburón le habló. “Tu corazón es un barco sin timón”, le reveló el pescadito mientras le arrancaba los bigotes a Atanasoff de un solo tarascón.
“Qué me dijo este boludo”, pensó. Hasta que se acordó de las botas en el barro, del changuito cañero, de la Canción del Jacarandá, del principal Alberto Nadal en Brigada en acción, de Frank Sinatra, de la ex esposa de Iván Nobel.
El domingo 14 de febrero se puso en marcha el operativo final, el paroxismo de la guerra psicológica. Y ahí, estaba, sobre el escenario de Villa María, con su traje blanco, su pelo armado, los movimientos de un pin y pon. Y las canciones de siempre. La gente lloraba, chorreaba sangre de los oídos y se subía a las motonetas despavorida.
“Tengo el corazón contento, el corazón contento, lleno de alegría.
Tengo el corazón contento / desde aquel momento /e n que llegaste a mí.
Le doy gracias a la vida / y le pido a Dios / que no me faltes nunca,
yo quisiera que sepas /que nunca quise así
que mi vida comienza / cuando te conocí”, cantaba el Cabezón mientras hacía zapping con ESPN y volvía a ver los goles de Banfield.

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