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martes, 22 de diciembre de 2009

Las invasiones charrúas. Parte 3


Dos embarcaciones amarradas en la Dársena E de Puerto Madero. Son de bandera uruguaya. Quienes las mira, luego de comerse un bife de chorizo de tres cuarto de kilo y de erogar un par de centenares de dólares, piensa que están en desuso, tiradas sobre el río, como si fueran unos viejos Renault 12 amarillos que el sol terminó volviendo blancos. Les faltaría, tal vez, dos latas grandes de pintura sobre el techo, en señal de venta o permuta. El señor que se comió los bifes y se tomó dos botellas de Malbec mendocino se pasa la mano por su panza y sonríe satisfecho. Su mirada ahora se pierde del otro lado del río, donde realmente comienza esa aglomeración de hierro y cemento casi deshabitada que se llama Puerto Madero. Mira para el otro lado, para el puente embuste de Calatrava. Se escucha un leve movimiento de uno de los ferry orientales, pero nuestro señor se entretiene con un par de alumnas que terminan sus clases nocturnas en la Universidad Católica Argentina. Su mirada las sigue y las sigue. Queda embelesado, se vuelve acariciar su panza. El Black Berry de última generación comienza a vibrar. “Hola Gringo, ¿cómo va todo?. ¿Cómo??? Me tas jodiendo o yo estoy medio en pedo. ¿Cómo que nos pararon el cargamento en el puente? ¿Pero no habíamos arreglado ya con el Pampa Dangelis? ¿Qué mierda le pasa ahora, salió tres veces en lo de Mirtha y ya se cree que nos puede parar un cargamento? Ah, ah, ah. ¿Y quién fue entonces? ¿Busti? ¿El vasco Urribarri? No. No te puedo creer, pero me estás cargando, me estás tomando para el churrete. Mirá que el Día de los Santos Inocentes pasó hace rato. Pero la puta que lo parió, que me vas a hacer caer mal la comida. ¿¿¿Los yoruguaaas???? ¿Y desde cuándo se les da por cortar puente a los roñosos esos? Pero que no te la puedo creer. ¿Y les ofreciste guita?? ¿No quieren nada? Ay, la puta madre, ahora se les dio por hacerse los cojonudos. Bueno, hace una cosa, decile que suban y que pasen por la frontera por Brasil, después vemos cómo nos arreglamos. Y no me jodas más, papá, que yo quiero soluciones y no que me traigas problemas a cada rato”.
El temible Dr. Zinx cuelga el teléfono, escupe al río y le hace una seña al chofer para que acerque el auto pasando por arriba de la peatonal.

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