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domingo, 23 de mayo de 2010

Periodismo de anticipación y las festividades del Tricentenario

24 de mayo de 2110. Un grupo de nabos se babea con las infernales viejas máquinas del Turismo Carretera. Caen extenuados ante el paso del Ford del Pincho Castellano y el Chevrolet enano de Patita Minervino. El desfile de autos antiguos provoca las risas del presidente Néstor y su vice Juan Cabandiér. No pueden creer que todavía queden chacareros de la Federación Agraria Sideral que le recen a la estampita del Gauchito Dangelis y sean capaces de trasladarse telepáticamente hasta la 9 de Julio para ver a las cupecitas de fines del siglo XX.
En el estadio de River Plate, la selección argentina prepara su partido contra la Selección de Kazajistán, dirigida tácticamente por el auténtico e inoxidable Tony Cafiero. Luego del cotejo, en un abrir y cerrar de ojos, los jugadores estarán en la concentración de la Ciudad Hidroespacial de René Lavand, ubicada en el anillo cuatro timbre tres de Saturno.
Desde el interior de su heladera personal que permite conservarlo como si estuviera en 1986 Diego Maradona reparte indicaciones a sus dirigidos. A su lado, Ariel El Chino Garcé le prepara una picadita de salame fuet y provolone. La gente que lo ve por la televisión pública digital, en 3 D interactiva y con señales olfativas se emociona al ver tan nostálgica escena.
El tataranieto de Fito Páez se morfa un sanguche de mortadela y fiambrín y se dispone a cumplir la cábala. El Diego y el Mancu, desde la heladera, lo miran con los ojos llenos de lágrimas. El Fitito empieza a entonar “Dale alegría a mi corazón”. La pantalla gigante muestra el tatuaje en el hombro del Diego, con las caras del Che y de Fidel. El Fitito ve la imagen y para de cantar. Llora, llora y llora.
“La puta madre que lo parió, pensar que cuando el forro de mi tataraabuelo estaba muerto de hambre y no podía vender ni un puto disco de Ey!, los únicos que le acercaron un plato de moros y cristianos fueron los cubanos”, piensa el Fitito convertido en una sola lágrima.
En la 9 de Julio se disponen a reabrir, por enésima vez, el Teatro Colón. La Bomba de Tiempo, dirigida por el Cuchu Cambiaso, toca sus tambores festivos. En el cielo, el grupo De la Guarda se columpia entre los tubos de suero de Balestrini y el Pibe Cerati. Todos se emocionan. El Fino Palacios le chanta un beso en la boca a Mauri Macri. “¿Será mucho quilombo si nos casamos?”, le pregunta.
Mientras el Pupi Zanetti, a los 137 años, corre y corre alrededor del estadio de River. “Ves que estoy en estado. ¿Por qué carajo no me llevaste al Mundial de Sudáfrica?”, grita ante la mirada atenta del bisnieto de Juan Carr.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vamos! Eso es periodismo predictivo! A la mierda Horangel!