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viernes, 22 de enero de 2010

Las invasiones charrúas. Parte 5


Lucía lo despierta con unos verdes bien cebados con yerba Canarias y antes de que el Pepe amague con ponerse sus alpargatas, le sacude: “Che, bó, ya pasó casi un año y todavía no has cumplido con la promesa, eres un abombado”. El Pepe agacha la cabeza, refunfuña un poco y sale de la cama.
Corre las cortinas de plástico y le pega una patada cortita a uno de los oficiales que vela por su seguridad. “Fuira, carajo”, dice. Le pone nafta con un bidón a la motoneta, engancha el carrito, lo carga con unas sandías y un bidón de agua con gas Salus. Lucía se sube y parten a toda velocidad.
Los escoltas se avivan y salen detrás del Presidente y la Primera Dama. Seis motos policiales superan la línea del Pepe y cubren sus espaldas dos jeep del ejército.
El Pepe no se amilana y acelera con la banda presidencial cruzando su cuero peludo. El viento peina sus canas y refresca los bigotes. La Lucía lo agarra con fuerza y cada unos veinte kilómetros le pasa un poco de agua.
Poco antes de llegar a Durazno, el Pepe pide que le pase una sandía. Con las patas sobre el volante, le clava un tramontina y corta un buen pedazo. Hinca sus dientes sobre el fruto rojizo. Pega un volantazo. Algunas motos policiales chocan entre sí. El Pepe mira a los que están sobre los jeep y les escupe las semillas en los ojos. Desengancha el carrito y mete la motoneta en medio de un campo forestado. Ya atardece y el Pepe y la Lucía se pierden de vista en un monte de eucaliptus. Su destino es incierto.
(continuará...)

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