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viernes, 22 de mayo de 2009

Radar de tránsito


A ver muchachos, aflojen con los reproches. Sí, ya sé, no entregué a tiempo el habitual servicio de los viernes al mediodía con el anticipo de los inconvenientes de tránsito en esta tarde porteña. Me pareció, sencillamente, un acto banal, pueril, repetido. Ya se sabe, ya se advirtió: Buenos Aires es un caos los viernes a la tarde. Los colectivos se embotellan con los autos, los intrépidos motociclistas y ciclistas pretenden escabullirse entre la marea metálica contenida por la propia represa vehicular y terminan tullidos, desmembrados, por los golpes. Un asco.
Todo ese gran despiporre periódico será poco comparado con el extraordinario maremoto de sangre, cemento y piedra arrollada que tendrá lugar este domingo 24, a eso de las 20.45, en nuestra querida metrópolis.
Ordenemos las piezas para ser más precisos en el relato.
En el comienzo, la piedra de toque del big bang, será desenrollada, impulsada, propulsada, por un cineasta. No, no es Pinocho Solanas. Se trata de un tipo pelado, medio barbudo, apegado al bajo perfil, un hombre mesurado, el Carlos Reutemann de nuestros directores.
Me refiero, supongo que ya lo han adivinado, al gran Enrique Piñeyro, nuestro Michael Moore aéreo.
A las 19.50 dará la orden a su camarógrafo de que empieza a rodar. En Aeroparque todo se sabe, es un cabaret, como el Boca de estos días. Los pilotos, los aeromozos y las azafatas estarán incómodos, reprimidos, maniatados. Ante la presión que significa ser filmado (y al mismo tiempo denunciado) comenzarán a fallar en sus maniobras de despegue, en el rumbo posterior de sus aeronaves.
Como el Pipo Gorosito ante los micrófonos, estallarán de furia y terminarán implotando. Los aviones, sin control, irán a parar a cualquier lado. Una flota de LAN Chile caerá en el puerto de Colonia, originando un conflicto trinacional.
Otra unidad, de Austral, caerá sobre el predio de la Sociedad Rural de San Pedro. No habrá víctimas. Pero los portentados chacareros verán en la aeronave en llamas una clara señal de recrudecimiento de la ira gubernamental. Cortarán las rutas, quemarán los pastizales. Rosario, Villa Constitución, Campana, Escobar, Buenos Aires, serán un solo humo.
La niebla complicará aún más la tarea de nuestros navegantes del aire. Un Mc Donnell Douglas de Austral tomará un loco peregrinar por la avenida 9 de Julio. Ralentizado, se podrá ver cómo atraviesa y parte en dos pedazos al Obelisco. En la plazoleta de abajo, la gente mirará horrorizada. Los escombros del símbolo porteño caerán sobre el escenario montado para los festejos macristas del Bicentenario. Los teclados de Lito Vitale tronarán hasta morir. Una puerta desprendida del avión hará justicia con las carreras de Alejandro Lerner y Patricia Sosa.
Con la mirada fija en el televisor LCD, 2352 kilómetros al norte, Lula hará cálculos de todas las unidades que Embraer tendrá que venderle a Cristina. Horripilante.

3 comentarios:

Alejandro dijo...

por qué dicen eso de lerner, por qué no se meten con guido?

Sergio Villaruel dijo...

bien, bien bien

Fito dijo...

que garchable está Lito