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miércoles, 6 de enero de 2010

Atanasoff sueña un sueño imposible


El Peugeot 407 platinado acelera por la colectora y dobla a todo galope en el Carrefour de San Martín. Dos minutos más tarde ya está en la estación terminal. Alfredo agradece al chofer por su destreza al volante, se acaricia sus bigotazos y se baja del auto. Camina por las plataformas y alguien comenta que el Transporte Álvarez que viene de Pinamar tiene una media hora de demora. Se compra un pebete de jamón y queso en el bar y una Coca zero.
Atanasoff mira más allá de la calle 25 de Mayo y el paso de un tren carguero lo lleva a su infancia. Comienza a contar los vagones. Cuando va por el 17, se adormece. Entra en un sueño plácido y profundo. Los restos de pebete se caen de su boca. Un puñado de niños pobres cuyos padres quedaron afuera del Plan Jefas y Jefes de Hogar se abalanzan sobre la resaca, se apelotonan alrededor de la botellita de coca cola. Luego comienzan a picarlo en las piernas, chupan el néctar de sus várices. Las huestes del comisario Franchiotti lo rescatan, paran un colectivo sobre Puente Saavedra y le dan a elegir el asiento. Alfredo reclina el respaldo y fija la vista sobre la pantalla. Se entretiene mirando Apocalipsis Now. Con una barcaza recorre el Paraná y Marlon Brando se trasviste en el Mono Díaz Bancalari. La Virgen de San Nicolás se le aparece y tiene la cara de Graciela Gianettasio. Juanjo Álvarez acaricia su pelo, saca un tramontina fabricado por la industria nacional de Nacho De Mendiguren y comienza a afeitarle los bigotes. Ve un cartel que dice “Mar de Ajó 50 kilómetros”. Atanasoff transpira y transpira, hasta que Osvaldo Mercuri le acerca una toallita de papel reciclado. Se seca la frente, las muñecas, el Rolex está oxidado. Débora Giorgi se sube al colectivo y ofrece relojes de plástico con alarma y calculadora. Don Alfredo es un niño, espera su regalo de reyes. “Mar de Ajó 10 kilómetros”. Juega a la mancha en el patio de la escuela, Kanibal Fernández le hace la traba. Sus rodillas sangran y sangran. Ginés González García echa vino y las heridas cicatrizan. Suena su celular.
Es la voz del Cabezón, aunque tiene tonada mendocina. “Che, boludo, la próxima vez que sueñes con un viaje a la Costa, no dudes en venirte para Pinamar, así salimos a pescar tiburones”, le dice. Llega el colectivo Álvarez a la Terminal de San Martín. Atanasoff ve que baja su hija. El pelo le tapa la cara. Ahora se lo quita con la mano. Descubre que su hija tiene la cara de Remes Lenicov.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

bueno, entonces, qué mierrrrda pasó con el torneo de fachos, che? cuándo mierrrrrda van a dar los resultados?

Eatwork dijo...

BUENISIMOOOOOOOOOOOOOOOO